
Así es, nos encontramos en el 2007. Un año en el que mis viajes se verán reducidos a la Península Ibérica y en ocasiones al País Vasco, ciudad en la que me encuentro actualmente debido a mi formación profesional.
Por eso hoy quiero hablaros de una ciudad en la que he pasado parte de mi adolescencia y de mi actual juventud. “Pongamos que hablo de Madrid”, tatareaba en una ocasión Joaquín Sabina. Madrid, capital española, gran vía de los amantes de la música, el teatro, del cine y de las “movidas”.
Podría contaros infinidad de cosas sobre esta jungla diaria en la que todos sus habitantes luchan por hacerse un hueco, sin embargo, creo que va a ser más efectivo si os propongo una ruta que combine lo que a mi juicio, es “un día en la gran ciudad”.
Son las diez de la mañana de un domingo cualquiera, aunque siempre es preferible si el tiempo acompaña con un buen clima, y no tengo ni un mísero litro de leche en la nevera pero los domingos el desayuno es sagrado. Línea dos, parada Ópera y a unos metros, me topo con el Palacio Real. Puedo tomarme un café y saborear algo de repostería recién hecha en el Café de Oriente. Me leo el periódico y entre noticias puedo disfrutar con las vistas que tengo, al Madrid de los Austrias.
Los domingos es el día ideal si os apetece empaparos de cultura. Siempre hay alguna exposición apetecible para visitar en el museo Reina Sofía o bien en un clásico como El Museo del Prado.
Después de una largo recorrido por el arte, sentimos la necesidad de volver al tema gastronómico y disfrutar de una sabrosa comida en uno de los barrios más famosos de Madrid, La Latina. Allí no sólo se os deshará el paladar sino que disfrutareis de un poco de “música callejera”. Entre los sonidos de los bongos y las guitarras podéis acercaros hasta El Viajero, situado en la Plaza de la Cebada. Tiene terraza y las tapas están bastante elaboradas.
¿Y que sería de un domingo sin una siesta? Tengo todo pensado y cojo el metro hasta la parada de El Retiro. El parque más grande y uno de los más espectaculares que he visto nunca. Allí los domingos son como una gran fiesta universitaria entre grandes desconocidos que terminan siendo grandes amigos.
A la sombra de un árbol me tumbo y me dispongo a echar una cabezadita antes de que comience la fiesta junto al lago de las barcas.
Esta anocheciendo y el cuerpo me pide una cena relajada y divertida como broche final de mi visita por Madrid.
Existen una gran cantidad de restaurantes que os recomendaría con los ojos cerrados, sin embargo, me apetece recomendaros Lay Down. Un restaurante que se encuentra en las inmediaciones de Gran Vía y que tiene algo especial que provoca una sonrisa en toda persona que abandona el local.
Y cómo volvió a decir Sabina, yo me quedo en MADRID.
3 comentarios:
Que buena idea la de pasear por Madrid,me parece tu plan una excelente guia y este fin de semana la voy a disfrutar.
Comere en el Viajero Y PASEARE POR LA CASA DE CAMPO.
Me gustan tus viajes y creo que debes de hacer algo serio sobre la gastronomia de Bilbo acuerdate de un amigo que te puede ayudar.
Me gustan tus comentarios sobre viajes,aunque hecho en falta tus sensaciones, tus vivencias, tus emociones; algo que te haga pasear contigo esta vez por MADRID.Me da un poco la sensacion de soledad. Tambien me hubiera gustado que fuese un dia de labor,porque me encantan las compras y estoy segura que tu sabes mucho de eso.
Pongamos que hablo de Madrid...
No puedo decir nada que no signifiqué que por encima de todo amo Madrid. Empiezo a acostumbrarme a Bilbao y cada día siento que crece mi pequeño espacio en esta ciudad del norte. Sin embargo, es imposible oír hablar de Madrid sin que los ojos se me humedezcan, sin echar de menos su calles, Gran Vía, Fuencarral o Ribera de Curtidores. Sin extrañar la gente, el ruido y la libertad de no ser nadie entre cuatro millones de habitantes.
Cada uno tiene una historia propia con Madrid, y eso es lo que diferencia la ciudad. Para mí, es el sitio que me ha dejado ser yo, donde he aprendido a conocerme y a aceptarme. Allí descubrí que nadie es diferente, que todos tenemos algo que enseñar a los demás y mucho que aprender de los que nos rodean. Es la ciudad donde he aprendido a vivir "mi vida" a mi manera y no a la de otros, independientemente de las opiniones y los juicios de los demás, donde uno puede ser "casi libre".
En fin, no sé si volveré a vivir allí, pero sé que siempre voy a querer a Madrid.
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